Hay mucha competencia en la calle. Paradójicamente, muchas mujeres muestran bellas ropas para que las imaginen sin ropa, y despiertan la pregunta secreta: “¿Cómo será hacerlo con ella?”.
La primera vez que oí de sus labios la confesión de su curiosidad de conocer otros cuerpos, y más aún su determinación de querer hacerlo con otra, no podía creer que existiera otra en nuestras vidas, porque ¿en qué tiempo?, ¡si nosotros compartíamos todo nuestro tiempo libre juntos!
Pensé que se trataba de alguna compañera suya del trabajo, pero me dijo que no había nadie en especial, simpemente sentía ganas de libertad. Él quería dejarme, para tener la libertad de ir a la caza de la primera exhuberancia que despertara su deseo, sin montarme cachos. “Eres una buena mujer, y no mereces que te engañe... y yo aún estoy joven para sentar cabeza, no quiero perder oportunidades, mejor seamos amigos”.
¡Me estaba cortando!, y yo no quería que me cortara. Inteligentemente, respiré y no me volví un mar de lágrimas por su propuesta de despedirme, pues razoné que mi objetivo en ese momento era que él no me dejara. Pregunté si ya había otra, y me dijo que aún no. “Entonces no ha pasado nada -le dije- así que no necesitamos dejarnos ahorita. Cuando aparezca alguien en especial me avisas, y nos dejamos. Pero mientras tanto, podemos seguir disfrutando juntos”... Ja, ja, ja ¡Qué manera efectiva de voltearle las intenciones!
Pero en el fondo seguían sus intenciones de emociones intensas, así que después me propuso que, como él seguía con su idea de probar a otras mujeres, qué tal si hacíamos un trío con otra chica.
Primero me imaginé la situación de manera positiva: Pensé que sería divertido contratar a una profesional y montarle a mi novio un show lesbi; como yo estudié teatro, actuaría como una chica porno porque en realidad no me atraen las mujeres, pero no me molestó imaginarme el lamido de una fémina en mi, sabiendo que dicha escena volvería loco a mi marido. Pero después pensé que era un riesgo compartir con una profesional porque está excelentemente dotada, o sea que en el trío yo estaría en desventaja, e incluso podría ser que en algún momento mi marido me excluyera con la excusa de ir "una por una" y que se quedara más tiempo con ella que conmigo.
Por otro lado, pensaba que en el encuentro podría aprender algunas técnicas novedosas de la experta... Finalmente, mi feminismo aforó, y como "lo que es bueno pa'l pavo es bueno pa' la pava", puse la condición de aceptar a otra chica, si también para mí buscábamos a otro chico, y además para ver si con eso por fin mi novio pensaba mejor las consecuencias de sus curiosidades y se dejaba de inventar extravagancias.
Pero el muy noble tiene un alto sentido de justicia y aceptó mi condición.
Ahora yo estaba horrorizada, no podía dormir pensando que otro tipo me tocaría; sinceramente, me daba asco. No podía estar con un hombre amando a otro. Estaba triste, sentía que mi novio no me amaba; primero porque quería probar a otras mujeres y después por incitarme a estar con otros hombres tan a la ligera. Fue después de seis meses de pensar, y de conversar en varias oportunidades con mi novio, sobre mis miedos y sus intenciones, que ambos logramos ponernos en el lugar del otro, y entender que nuestro amor no sería alterado por el hecho de cumplir una o varias fantasías, y que la oportunidad que nos dábamos de cumplirlas juntos fortalecería más nuestro amor, porque él no me engañó ni me dejó por otra, sino que estamos unidos en todo...
Ahora es a mí a quien se le ocurren fantasías.