lunes, 18 de enero de 2010

Cómo empezó todo...

Ser swinger es algo de lo que no se toma consciencia hasta que se practica. Entonces se supera ese miedo inicial a la traición, la infidelidad y otro montón de cosas que nos enseñaron que eran enemigos del amor. Claro, es un remanente de esa visión del mundo según la cual la pareja no comparte su vida con uno, sino que le pertenece a uno.


En lo personal, había decidido que no le iba a pertenecer a nadie y que quería ser feliz.

El primer paso es fácil para los hombres porque, por regla general, tenemos muy bien diferenciado el sexo y el amor, cosa que no siempre ocurre con las mujeres, especialmente con las más jóvenes. O sea, el primer paso es no confundir el amor con el sexo, o viceversa. Si una mujer está lista para disfrutar carnalmente a un macho, sin enamorarse de él, entonces quizá sea swinger, algún día. De lo contrario, ni soñarlo.

Como a Luna la conocí en una noche loca e hicimos lo que quisimos casi inmediatamente, supe que era posible llevarla a donde quería: ver y ser vistos; un trío, intercambio...

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